I’m learning to walk again
I believe I’ve waited long enough
Where do I begin?
I’m learning to talk again
Can’t you see I’ve waited long enough
Where do I begin?
Walk, Foo Fighters (Wasting light, 2011)
Son tiempos inciertos para la formación de adultos. Al menos
es la impresión que me deja este inicio de curso. Para quien no lo
sepa, el mes de septiembre -especialmente en las escuelas de adultos
de carácter municipal- es una pesadilla para los docentes. Es la
época de hacer el seguimiento a la oferta formativa para que los
cursos se puedan abrir con el mínimo de plazas exigidas por los
ayuntamientos. Y me he dado cuenta de que, con respecto a otros años,
los cursos no acaban de llenarse, el ritmo de
inscripciones no ha sido tan intenso como otras veces.
Y me temo que no es un asunto local. Entonces, ¿qué pasa? ¿Quiere
decir, pues, que hemos tocado techo? ¿Las escuelas de
adultos han llegado al final del camino?
¡En absoluto! No me lo creo, ¡por supuesto!
Pero sí creo que no conectamos con un sector de público que se
oculta por motivos que desconozco. Estoy convencido de que, a pesar
de las incertidumbres, hay lugar todavía para la formación de
adultos. Pero para salir del callejón sin salida, tenemos que ir
en busca de nuevos horizontes. No podemos esperar
milagros, tampoco se puede vivir del pasado, de los logros
conseguidos años atrás. Demos un paso adelante,
sigamos el camino hacia una nueva escuela de adultos.
Y esto, ¿como se hace? A continuación propondré una serie de
guías para no perdernos mientras caminamos. Así,
empezaremos a generar un replanteamiento del sentido de la escuela de
adultos.
1. Deshacernos de las etiquetas
Hemos avanzado mucho hasta ahora gracias a una labor encomiable.
¡Pero hagámosla visible, corcho! Compartámosla, enseñémosla a la
sociedad, a la gente, a la comunidad educativa para demostrar que hay
ilusión, vida y motivación para ser mejores. Pero enseñémosla
también para eliminar falsas etiquetas. La escuela de adultos no es
una extensión de un espacio para la gente mayor ni un centro cívico
como mucha gente se piensa. Es el ágora donde todo el mundo tiene
cabida, el punto de reencuentro del pasado y del futuro, el altavoz
de todas las oportunidades que la vida ofrece a nuestros alumnos para
iniciar un porvenir, una mejor calidad de vida, una mejor
(re)educación.
2. Tomar el pulso al entorno
La sociedad cambia y, por lo tanto, las necesidades también lo hacen
con el paso del tiempo. Tenemos que captar, pues, la realidad social
que rodea a la escuela de adultos para dar respuesta a cualquier
demanda educativa. Esto facilitará la cohesión de la escuela con el
entorno, con el tejido educativo y cultural del municipio o ciudad.
3. Saber utilizar la reflexión
Además, debemos exigirnos autoanálisis para mejorar. El aspecto
reflexivo permite la valoración de cualquier elemento de la escuela
de adultos: desde la gestión pura y dura hasta la tarea
administrativa, pasando por la docente, las metodologías -y los
métodos-, las evaluaciones, etc. Así, la valoración debe conducir
a la reflexión, a nuevos objetivos, a nuevos retos, al conocimiento
real de la situación.
En definitiva, la práctica reflexiva tiene que ser el auténtico
revulsivo para ir con paso firme hacia el futuro.
4. Tener siempre un plan B (y un plan C, D,...)
No hay soluciones mágicas para la baja demanda de alumnos. De hecho,
ni para cualquier adversidad. Sólo hay trabajo constante,
planificación de estrategias de futuro consensuadas por el equipo
directivo, por los docentes y, en caso de escuelas municipales,
también por los ayuntamientos. Hay que vivir en el presente curso,
pero también tener perspectiva y preparar el terreno del futuro para
actuar a tiempo con más eficacia.
5. Querernos más
Muchos docentes de la escuela de adultos somos personas preparadas
para este trabajo: licenciados, profesionales que se han formado
académicamente para esta tarea y que, desgraciadamente, están
infravalorados. Tenemos que presumir de equipo docente, de
profesores, hagámonos valer y mostrémonos como piezas
imprescindibles para la mejora de los centros de adultos. Somos
PROFESIONALES, sí. Y somos quien debe liderar el cambio en el aula y
en la escuela. Somos, por lo tanto, personas que tiene un compromiso
con la educación de adultos y que aportaremos a la comunidad todo lo
posible para innovar en este ámbito.
Sintámonos orgullosos de pertenecer a una parte de la educación
que, a menudo, no se le quiere lo suficiente. ¡Proclamemos a los
cuatro vientos nuestro amor a la formación de adultos!
6. No desfallecer NUNCA
Si
la situación actual es complicada, tenemos que ser fuertes.
Analicemos la
situación, sacudámonos, reinventémonos, cambiemos
el rumbo. Pero nunca dejemos
que la marea nos arrastre
hacia el desastre. La educación de adultos tiene futuro. Sólo hay
que trabajar para construirlo.
En conclusión, de ninguna forma el camino está hecho. Si creemos en
nuestras posibilidades, si mostramos la valía de la propuesta
educativa, si forjamos puentes con la sociedad y con los alumnos, si
aprendemos de los errores y de los aciertos, si sabemos ser honestos
y adquirimos la reflexión como estrategia de futuro, le daremos la
vuelta al significado de la escuela de adultos para convertirla en un
espacio innovador de referencia entre la comunidad educativa.
Lo
podemos hacer, paso a
paso. Falta únicamente que empecemos
desde ahora mismo y demos el primer paso.
(Artículo publicado originalmente en INED21. Para leer más, sigue este link)
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